El levantamiento contra el régimen de Bachar al Assad empezó en marzo del 2011 al socaire de “La Primavera Árabe” que liquidó a varios regímenes dictatoriales de la zona y fue muy aplaudida, aunque bastante mal entendida, por las democracias occidentales. Las protestas se iniciaron en la ciudad siria de Darad y tuvieron un carácter ampliamente transversal: en el inicio participaron gente de todas las clases sociales, grupos étnicos o religiosos.
Para ese entonces Siria ya era un polvorín presto a estallar y la citada “primavera árabe” fue su detonante. A pesar de la dura y sistemática represión el Régimen del partido Baas se fue debilitando mientras Bachar al Assad trataba a todos, incluyendo a su propio pueblo, con igual despotismo.
Bachar al Assad quizá no estaba preparado mentalmente para el poder que alcanzó, de forma abrupta, en el 2000 cuando su hermano -el que sí fue educado para continuar la tarea de su padre Hafed al Assad-, murió inesperadamente en un accidente. El por entonces estudiante de oftalmología se convirtió en el nuevo Rais del partido e intentó marcar política propia, ibuscando distender la situación del país, sobre todo con Turquía (su padre había dado apoyo, desde 1990, al PKK kurdo) obligando a la guerrilla kurda a marcharse de sus bases en Siria.
Pero a poco descubrió que sus líneas de acción estaban ya fuertemente trazadas y gozaba de muy estrecho margen para generar otra imagen diferente, más amable y amistosa con sus tradicionales enemigos.
La guerra de Irak también contribuyó bastante a la inestabilidad esencial del régimen que ya arrastraba serios problemas; el desastre final del partido originalmente laico de Saddam Hussein, en Irak, acentuó aún más la debilidad de su homólogo sirio.
En septiembre del 2011 empiezan las primeras deserciones de soldados y policías del Régimen, creando lo que fue ya, a fines de ese año, el núcleo del nuevo Ejército Siria Libre (ESL) que combatió militarmente a Bachar al Assad. El proceso había entrado en una nueva etapa, más organizada y mucho más peligrosa para el gobierno.
Este nuevo ejército se inspiraba en el modelo libio y pedía que la comunidad internacional también decretase una “zona de exclusión aérea” para impedir los demoledores bombardeos que contenían la extensión de la revolución.
No sucedió, sin embargo, lo mismo. El conflicto se solidificó (perdiendo en paralelo su carácter transversal) en tanto el apoyo internacional se fraccionó según los intereses regionales de las potencias linderas: Irán apoyando al Régimen y Turquía, Qatar y sobre todo Arabia Saudí apoyando a los rebeldes.
De esta ayuda de las potencias vecinas derivó una consecuencia importante: la sectarización de la revolución; ya que cada potencia ayudaba solo “a los suyos” y estos, a su vez, se encontraban en relaciones bastante complejas entre sí; relaciones de amistad o enemistad que o escapaban a la atención de las potencias intervinientes o las consideraban completamente secundarias y por lo tanto insignificantes.
Así, en pocas semanas, devino una situación harto complicada: los kurdos luchando contra el Régimen y contra Turquía siendo, a la vez, a veces neutrales con los rebeldes y a veces apoyándolos. Arabia Saudí apoyando al levantamiento, pero sólo a la fracción de Al Nusra (Al Qaeda en Siria), quienes, a su vez, tenían una entente muy frágil con la Turquía que masacra a los kurdos siempre que puede; mientras que como miembro de la OTAN, forma parte importante de la estrategia de EEUU.
EEUU combate a Al Nusra y posteriormente al EI; el nuevo Estado Islámico, que se forma, en su núcleo con ex combatientes derrotados y encarcelados por EEUU en la guerra de Irak; ayuda a los kurdos y es amigo de Arabia Saudí y Qatar, quienes financian a Al Nusra y de manera más oculta también al EI.
Para mayor confusión de los occidentales también Al Nusra y el EI luchan entre sí, por preservar sus propios espacios de influencia de manera completa, no compartida con el otro grupo extremista. Por otra parte Irán apoya a los chiítas que son musulmanes a favor del Régimen, y que a su vez miran con hostilidad a los cristianos que medran a su sombra. Cristianos que, por otro lado, son masacrados por los guerrilleros de Al Nusra y el EI, junto a otras minorías musulmanas no sunitas como los alauitas, partidarios de Bachad al Assad y los yaziríes; otra minoría religiosa que no recibe el favor de nadie.
En esta ensalada de paradojas, alianzas inestables y enemigos irreconciliables el Régimen cada vez pierde más terreno y su territorio parcelado encuentra progresivamente aislado por el avance combinado de rebeldes, Al Nusra y el EI.
Un ejemplo es Alepo, ciudad fundamental de Siria a la que la guerra sorprende relativamente tarde ya que se mantuvo fiel al gobierno del Assad hasta que las tribus musulmanas de la periferia logran dividirla y tomarla parcialmente. En julio del 2012 el Régimen retira a su ejército de las zonas kurdas para reagruparse en Alepo; obviamente todos los territorios que abandonó el gobierno son rápidamente ocupados por el PKK kurdo, pasando a ser, de tal suerte, objetivo militar de los bombardeos turcos. La ciudad permanece dividida y la lucha es encarnizada pasando barrios enteros de uno a otro bando, o bandos, mientras la población civil es impedida de salir por parte de los rebeldes que prefieren mantenerla en el lugar como protección y denuncia del bombardeos del régimen.
Todos los grupos nacionales sufren divisiones políticas como los kurdos que no son todos del PKK sino que hay un amplio sector que sigue al UPK de Talabani, el cual tiene muy buenas relaciones con el régimen turco que combate al PKK. Y a las divisiones políticas se agregan las religliosas: por ejemplo nuevamente los kurdos que están divididos en su confesión ya que si bien existe una mayoría sunita los del PKK no son religiosos y hay minorías “alevies” (cerca de Turquía) y “alauitas” (de Siria); además de yazidíes, estos últimos particulamente odiados por lo EI.
Ni siquiera los cristiananos se salvan, ya que están divididos en tres sectores: la Iglesia Siríaca Ortodoxa, la Iglesia Armenia y la Caldea católica, que es la única con vínculos definidos con el Papa de Roma.
EEUU lidera la presión de las potencias occidentales en contra del Régimen y considera que su caída es inevitable; pero se encuentra con grandes dificultades para construír una alternativa estable pro occidental entre los rebeldes ya que aquellas tropas que forma militarmente, de manera espléndida, cuando entran en batalla se pasar con armas y bagajes a los grupos musulmanes radicales de Al Nusra y el EI.
En la práctica la acción de EEUU, similar al baile de una gallina con la cabeza cortada, supone echar gasolina de alto octanaje en una hoguera que arde a fuego lento. La política de EEUU consiste en consolidar, o crear, un grupo rebelde que sea visible, aceptado por las democracias occidentales y que tome posiciones extremistas en religión y política (para no hablar de democracia que por esa parte del mundo nadie sabe bien en que consiste), pero en la práctica no lo ha logrado, y los personajes que apoya o no tienen fuerzas militares detrás que los respalden (los exiliados en países occidentales) o responden a lealtades sectarias nada fiables cuando entran en contacto con los auténticos grupos extremistas.
La situación sufre un vuelco importante hace justamente un año, a fines de septiembre de 2015 cuando Rusia decide intervenir activamente al ver que su base de Latakia, esencial ya que es la única del Mediterráneo Oriental, está en peligro de caer por los avances combinados de los rebeldes y el EI.
Téngase en cuenta que en la última organización combaten muchos chechenos independentistas, hasta el punto de formar gran parte de su oficialidad junto con los ex militares iraquíes derrotados por EEUU. La situación geoestratégica es de tal riesgo que Rusia no puede permitir el desplome completo del Régimen. Obviamente esta intervención es saludada con acres críticas por parte de EEUU y los sunitas de Arabia Saudí y Qatar, para no mencionar a Turquía.
Lo curioso del caso es que, hasta el momento, la descarada intervención de la potencias extranjeras no suscitó ninguna crítica internacional como si éstas estuviesen defendiendo y armando a un grupo de luchadores románticos por la libertad. La hipocresía sobre el caso sirio alcanzó, nuevamente, sus más altas cotas de desinformación.
La oposición siria se fracciona siguiendo las mismas líneas de fractura que los grupos militares y lo que queda es un grupo residual de políticos sin ninguna representatividad real, frente a una población cada vez más confundida a la par que traicionada por todos los grupos en disputa. Aquellos que no toman un partido claro y evidente sufren en sus propias carnes el sectarismo colectivo y las bombas caen por igual, en una especie de bárbara justicia distributiva entre los enemigos entre sí.
Téngase en cuenta que en esta guerra, particularmente cruel, no hay ninguna parte misericordiosa, aunque los medios hacen particular incapié en la barbarie del Régimen. Sin embargo los rebeldes sirios, para no hablar de las huestes de Al Nusra y el EI, actúan de manera similar. Por ejemplo los “cercos por hambre” para hacer caer una plaza sitiada, método empleado también por Turquía contra los kurdos; hacer pasar a los que huyen por lugares muy lejanos a su punto de llegada aumentando así sus sufrimientos y las víctimas; usar “niños soldados” (como quedó documentado en el caso de Turquía), o bombardear hospitales y lugares repletos de civiles inocentes.
De este estado de cosas surge, poco a poco, un impresionante movimiento de huída; un “sálvese quién pueda” de aquellos que ya no tienen nada que ganar en una situación desbordada y muy diferente a la inicial.
Así se produce el desplazamiento interno de millones de personas primero, y luego la huída franca a los países vecinos incapaces de absorber tal magnitud de personas.
Las cifras que recoge la UN para mediados de enero de este año, 2016, arrojan los siguientes desplazamientos a países vecinos: Líbano: 1.069.110 refugiados; Turquía: 2.503.550 y Jordania 653.324. En total entre estos tres países tenemos 4.225.984 desplazados; a los que hay que sumar contingentes menores en Irak, Egipto y Libia.
Según Amnistía Internacional se calcula que más del 50 % de la población siria está en situación de desplazamiento.
También la misma organización considera que una de cada dos personas que atravesaron el Mediterráneo en 2015 —medio millón— eran sirios que escapaban del conflicto en su país.
Así la huída a Europa se fue constituyendo, a la par que el conflicto se arraiga, en la más arriesgada en términos de seguridad y dinero; por eso, al principio, sólo es practicada por los miembros mejor situados en la escala social; pero al final termina siendo una opción muy popular en tanto la situación en los países vecinos no da para más.
De todos modos las cifras que aquí se dan y que están publicadas en diferentes páginas de Internet no son demasiado fiables. Nadie está con un contador en la mano mientras los emigrantes embarcan en las precarias naves que los llevarán a Europa, ni ninguna autoridad neutral puede contabilizar las masas de desplazados tanto internos como externos.
Sin ir más lejos Wikipedia ofrece cifras más moderadas, aunque no por ello menos gigantescas. En el artículo pertinente se puede leer: “A principios de 2016, la cifra de refugiados llegó en torno a los cinco millones, lo que convierte esta huida en uno de los mayores éxodos de la historia reciente, puesto que corresponde casi al 25 % de la población total de Siria. La Guerra Civil Siria causa más desplazados que cualquier otro conflicto en el mundo y todos los días 6000 sirios escapan de su país por la guerra.”
Pero sean seis, o cinco, millones, lo que resulta indudable es la inmensa humanidad que se ha desplazado en condiciones muy precarias y la consiguiente mortandad masiva que ha originado estos movimientos obligados. En occidente pareciera que sólo los niños son los que nos conmueven, y aunque ellos despierten los más tiernos sentimientos en la práctica tanto importa si el que se va, o el que muere, tiene 6 o 60 años. Es un pueblo entero que sufre un conflicto cronificado y que no tiene ninguna traza de acabarse.
El problema central, que soslayan metódicamente los medios y las agencias de comunicación que nos proveen de información, es que no se puede explicar ni comprender en toda su magnitud, como tampoco hacer previsiones fiables, del tsunami de refugiados sino se hace historia de lo que está sucediendo en Siria en los últimos años. Sería como evaluar las consecuencias de un desastre tal como aparecen en una foto fija, sin ver toda la película de éste.
Incluso debemos prever que a medida que el conflicto disminuya su intensidad aumentará el flujo de refugiados. Cuando alguno de los grupos actualmente en liza queden definitivamente liquidados -si llega ese momento- empezará, en los lugares “liberados” la búsqueda de aquellos que han mostrado alguna clase de amistad o colaboración con los derrotados; originando tanto nuevos movimientos de huída como, simultáneamente, impidiendo la vuelta de aquellos que se han escapado en algún momento.
Téngase en cuenta (para cualquir análisis prospectivo) que estamos en una guerra sectaria dónde las diferencias tanto étnicas como políticas o religiosas han creado bandos enfrentados con miles de muertos a sus espaldas y una honda quiebra de la convivencia en la comunidad de orígen. Esto no cicatriza con bellos discursos ni con reparto de viandas extranjeras sino con otro régimen estable, justo, atento tanto a las diferencias cuanto a las similitudes y que, además, pero no menos importante, pueda durar varias décadas.
La solución dista de ser sencilla y estar a la vuelta de la esquina. Tendremos guerra por bastante tiempo y sus secuelas perdurarán, como mínimo, una generación. Lo triste del caso es que en Europa pocos hablan de la complejidad del problema limitándose a contar una guerra con buenos y malos y niños abandonados o asesinados. Ni siquiera una historia tan maniquea como sencilla ha logrado generar una política común inteligente y eficaz. Obviamente Europa no está preparada para actuar conjuntamente, ni para proteger sus intereses más allá del corto plazo.
El pronóstico de la guerra de Siria es malo y la ayuda o protección que puedan brindar los gobiernos europeos no es menos malo. Sólo el tiempo impondrá, a la larga, su política de supervivencia del más apto.
Una reflexión final: Hace poco apareció un libro sobre como en Occidente los medios apelan cada vez más al sentimentalismo en cuestiones de política internacional. La foto del niño ahogado puede ser un ejemplo; se dice que “golpeó las conciencias dormidas” pero en realidad es la macabra utilización de una imagen que a nadie deja indiferente -salvo a los psicópatas- para culpabilizar a una población que no tiene poder de decisión.
Podemos preguntarnos si esas imágenes contribuyen a acercarnos seriamente al problema que está detrás o apenas funcionan como aquellos recordatorios del “hambre en el mundo” que suelen verse a las entradas de las iglesias. Me inclino por lo segundo, consumimos imágenes y tragamos información inútilmente. Los que pueden decidir no se guían por emociones entonces ¿cuál es la función oculta de agitar los sentimientos del público de los media? La respuesta parece evidente: vender más.
Los medios informativos necesitan llenar sus espacios para entretener y, en la práctica, cumple la misma función básica una foto de la pareja de moda que se separa o la de un niño de cinco años ahogado en una playa desierta. Una buena foto funciona, un buen escándalo sirve para rellenar nuestras charlas de sobremesa ¡Y a dormir que mañana es otro día!
No hay soluciones fáciles, ni montajes teatrales que nos conduzcan a ellas. Occidente y Europa en particular tiene una misión que cumplir, con su propia perspectiva, que es diferente a la de EEUU o Rusia, pero no le será fácil ya que ni siquiera cuenta con una política exterior unificada. En este sentido la tragedia siria muestra, de refilón, el estado real de la Unión Europea: el rey está desnudo.
Ibn Malah
octubre 2016
Barcelona. España.
fuentes: